Author: Marta Álvarez Martín
•1:14

No se ha ido. No, aún no. Aún está aquí. ¿Cómo se va a ir? Si la veo cada día, la escucho cada día. Ella aún no se ha ido, aunque todos digan que si. Mienten. No se puede ir. Todavía, no. Pero ya no está. Su sillón está vacío y su casa huele a ausencia. Y aquel día, cuando vimos aquellas flores y aquella caja que se selló, pensamos que ella se quedaría ya allí. Y lloré, amarga y dolorosamente, pensando que no la volvería a ver, que no la volvería a besar, ni abrazarme a ella ni decirle que la quiero. Porque creía en la muerte. Anticatólica, antiapostólica, antiromana. Antidioses antileyes. Que joven era entonces, cuando pensaba que bastaba con no creer en Dios. Tanto pensar en lo imposible de su existencia, temblando ante el solo pensamiento de la muerte y su guadaña, y nunca me había parado a creer y pensar en la vida..

Confieso que sigo llorando, a veces, porque no sé si ella sabe que todavía no se ha ido. Y me hubiese gustado que lo supiera. Me gustaría habérselo dicho. Haberle dicho en el último momento que no se preocupará, que no iba a ninguna a parte, que la volvería a besar y a abrazar cada noche de mi vida. Que estaría siempre conmigo. Hasta que agridulcemente nuestro rastro se borrara con algo más maravilloso.




















Es la vida, y no la muerte, la que permanece.






|
This entry was posted on 1:14 and is filed under . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.

1 comentarios:

On 6 de noviembre de 2010, 10:52 , Antonio D.V. dijo...

muy bonito Marta, es muy bonito lo que sientes... sabes que te acompaño en la pena... ojala la vida con estas injusticias no te hagan entristecer demasiado... y recuerda que solo el olvido es el fin de una vida .. besos