Author: Marta Álvarez Martín
•5:43

Pájaros enloquecidos, gritan, vehementes, asqueados de tanta miseria, al otro de la ventana. Yo, enraizada y cubierta de polvo, tapada con una sucia manta descosida, los escucho en silencio. La opera del mundo se despierta y danza para mi, y yo aun no le he dicho adiós al ayer por temor a las despedidas. Sigo.

Grita mi mano dejando tras de sí un rastro de ceniza: ayer murió el bien y esa sonrisa que me cosí por temor a perderla, y que siempre la voy perdiendo porque a veces me gusta quitarme las pesadas gafas. Alivio a mis ojos. Dejar de ver y saludar. Racionalidad absurda.

Y así, resuenan con eco todos esos bramidos y esa furia enmascarada, hermana del vacío del ser que es demasiado. La bondad tirada a la basura por estar demasiado sucia. Resuenan sin cesar las trompetas de la victoria del diablo. El árbol de la ciencia se ha quedado sin manzanas.

El baile del sol ya ha comenzado, y la vida bebe de nuevo de esa agua que la va matando poco a poco. Y mi alma, que nació rebelde, no tiene sed. Quizás luego beba del agua del váter que ha atascado por cagar una mierda enorme de felicidad color rosa.

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1 comentarios:

On 8 de junio de 2010, 9:34 , Igor dijo...

El texto está muy bien, es muy impactante y terriblmente denso. El final me ha dejado como abofeteado, dolorido.
Cojonuda esa sonrisa cosida, una imagen terrible.