Author: Marta Álvarez Martín
•18:53

Una niña rubia de unos 7 años con largas trenzas y un gorro rojo a juego con una linda bufanda y guantes salta sobre la nieve. Sonríe, grita, juega, baila. Luego entra en una bonita casa rural con decoración navideña. Se caliente los pies sobre la chimenea mientras observa al árbol de navidad con aire soñador y una radiante sonrisa que alumbra su rostro angelical. Sobre los pies del árbol descansan una decena de regalos cuidadosamente envueltos. ¿Es ese el espíritu navideño del que tanto se oye hablar? Desgraciadamente solo veo eso en la tele. En mi vida real solo consigo ver regalos innecesarios, comida de sobra, derroche de energía (ahora que tanto se habla de la fallida Cumbre del Clima de Copenhague) en luces multicolores, árboles de plástico y sobre todo mucha, muchísima, falsedad. De festividad religiosa al verdadero homenaje a la filosofía del consumismo y del capitalismo más atroz. En nada más falso se ha podido convertir la Navidad. No se tiene una casa mandando un mensaje a un canal de televisión, sino con el esfuerzo y sudor de toda una vida. Los mendigos no resuelven su vida con una limosna, sino con un hogar y un trabajo. No se perdona el olvido de todo un año con una felicitación de navideña… a la familia y amigos hay que cuidarlos todos los días del año. Y, por dios, no quiero más estúpidos regalos de compromiso. Ni buenas intenciones para acallar conciencias maltratadas. Hay que tener muy poca ética para proclamar la felicidad en el mundo tirando comida a la basura mientras en la otra mitad del globo se muere de hambre tantísima gente. La bondad no es cosa de una época del año, ni tiene nada que ver con la caridad. La bondad es una forma de vida, que se entrena 24 horas al día, los 365 días del año. Déjense de estupideces navideñas y hagan un repaso a sus vidas. Pero no vayan a creer que con buenos deseos se enmiendan los errores. A la mierda la suerte de un día, los premios de lotería y el sueño americano. El que algo quiere, algo le cuesta. Y no se dejen engañar, que nada es gratis ni fácil en la vida. Absolutamente todo tiene su precio, amigos, y el dinero es el menor de los valores con los que se puede pagar a la vida.

Author: Marta Álvarez Martín
•8:36


Me instalé en Italia el 15 de septiembre de 2009. Y precisamente hoy, 15 de diciembre, cuando han pasado 3 meses, es cuando por fin me atrevo a hablar un poco del país, a opinar desde mi más modesto punto de vista. Y es que Italia, más que el país de los teatros (como apunta sabiamente Miguel Mora en su artículo de hoy de El País), es el país de los temores, encubiertos peligrosamente en fanatismos desesperados. En mi Universidad lo saben, por eso cuando mis profesores opinan sobre temas espinosos procuran una justificación. Hay que andarse siempre con ojo. Por eso quiero dejar claro que yo no vengo a juzgar a la población italiana, ni mucho menos, sino a intentar hacerla comprender a aquellos que quieran leerme.

En Italia todavía hay muchas heridas abiertas. Estas a veces provocan frustración, y junto con ella, peligrosos frentes de devoción. Mezcla explosiva, como hemos podido comprobar estos días ante la agresión a Berlusconi. Puedes encontrar fácilmente al italiano que adora a Berlusconi y lo llama el más grande de Italia y de la “destra”, y al absoluto refractor violento de la también mal llamada “sinistra”. Todo es blanco o negro, sin matices, sin ambigüedades. O me amas o me odias. O conmigo o contra mí. Siempre, en todo. Si no tienes una posición definida es que eres indiferente, exento de opinión. Tema peliagudo el de la crítica, considerada históricamente como flaqueza de la solidez que debe tener una nación. He aquí el punto fundamental del asunto, que más que el odio, es el miedo a perder la apariencia.

Italia, tan antigua y maestral, cuna de Occidente, es todavía una nación muy joven. Un país que hace poco que ha vivido uno de sus periodos más cruentos, y que ha querido enterrar sus problemas lo más pronto posible, por miedo a una resurrección infundada, sin enfrentarse aún a un debate profundo y reflexivo sobre su reciente devenir político y social. Desde mi punto de vista, Italia necesita más auto-crítica, y solo así podrá enfrentarse a esa violencia enmascarada, tan peligrosa e insensata, revolucionaría en el acto, machacadora de la palabra.

Los hechos deben hacernos reflexionar. Es una obviedad que toda violencia debe ser rechaza. Lo que deberíamos hacer es pensar en qué es lo que ha llevado a ese individuo a esa situación extrema, el por qué de cierto descontento social con la política de Berlusconi, y ese temor voceado en los medios de comunicación italianos a la violencia política. ¿Es éste un caso de un individuo aislado o el favor de un gran sector de la población? ¿Se deben condenar a los grupos de apoyo al sujeto surgidos en Facebook, o considerarlo sólo como una broma? Yo misma he publicado el video en Facebook, no como una burla ni un rechazo, sino por lo anecdótico, paradigmático y sorprendente del acto. Como dice el dicho, de la palabra al hecho hay un trecho, y está en nuestra naturaleza tener pensamientos “impuros”. Pero estos son el mejor principio para una merecida cavilación.

El mundo está cambiando a una velocidad vertiginosa, corriendo el riesgo de dejar el pensamiento y la reflexión atrás. El capitalismo parece dictarnos que vale más el dinero que la palabra, como si fuera posible andar hacia delante sin saber en qué dirección estamos andando. Ahora, más que nunca, debemos de meditar nuestros actos, vigilar el rumbo. No sólo Italia, sino el mundo entero.

Author: Marta Álvarez Martín
•0:04
Hoy ha sido probablemente uno de los días más felices de mi vida. Ha sido un día diferente, y la felicidad sentida ha sido distinta de las vividas anteriormente. No me he vuelto a enamorar, ni me ha tocado la lotería, ni he conocido a nadie. Tampoco he tenido una conversación interesante, ni he leído un grandísimo libro, ni he visto una película de las que dejan huella. Nada de eso. Todo ha sido mucho más sencillo. Me he despertado, he ordenado mi habitación, he limpiado un poco, he ojeado mis redes sociales en internet, he puesto música y me he hecho espaguetis con pesto. Luego he recogido un paquete y me he ido a jugar al futbol. Mientras jugábamos al fútbol, una amiga se ha lesionado, la he acompañado a su casa y he vuelto a la mía. Me he duchado y he ojeado el paquete. Luego me he ido a comprar la comida del mes y una pomada para mi amiga. De camino a su casa fue cuando me di cuenta de que era sumamente feliz. Feliz por saber que alguien confía en mí, en ese yo interior que persiste al paso del tiempo, ese que juré que jamás nadie me arrebataría. Feliz porque, aunque aun queden muchas heridas abiertas, se han cerrado muchas cicatrices. Y porque comprendí el verdadero sentido de todo este circo, de esta vida mía que hoy rebosa de felicidad. Me di cuenta de que todo había sucedido de la mejor manera posible. De que mi destino no podía ser mejor, porque son los acontecimientos los que van moldeando a las personas, y como persona hoy me siento pletórica. Puede que a veces me sienta fea, gorda, estúpida, mala amiga… pero nada de eso es cierto en realidad, y ahora lo sé. Soy así, soy única. Y soy feliz porque cada día intento mejorar. Porque no me faltan sueños en la vida y estoy enamorada de la luz del sol al amanecer. Porque nunca quiero que terminen las noches. Soy feliz porque en compañía siempre me río, y porque también sé reírme en soledad. Porque mis errores del pasado son conocimientos del futuro. Porque aunque deje de estudiar, nunca dejo de aprender. Me siento feliz porque sé lo que quiero, y al final siempre consigo todo lo que verdaderamente me importa (la vida me enseñó a luchar). Porque al final quién siembra obtiene su recompensa, y yo he sabido apreciar la enorme recompensa que me ofrece la vida. Hoy no quiero ser como nadie, hoy solo he querido ser yo. Marta, la chica más feliz de la tierra. Hoy me he vuelto a encontrar y he recordado lo hermosa que era, lo hermosa que soy. El día va tocando su fin pero estoy llena de energía. Y dormiré con una amplia sonrisa en mis labios porque estoy convencida de que mañana lucharé por no volverme a perder. La felicidad es verse a uno mismo sin necesidad de espejos.