Author: Marta Álvarez Martín
•17:27
Nadie conoce su nombre y ni siquiera tiene apodo. Su cabello asemeja un nido de gulas: gris hojalata, enmarañado y viscoso. Su larga frente, arrugada por los años, siempre está fruncida, arrogante y pretenciosa. De sus ojos brota el fuego amargo de la vida; siempre, con esa mirada rojo furia, delatando al auténtico tirano del alcohol. Y de su boca amoratada ya sólo escapan blasfemias en un lenguaje incomprensible y desmesurado; chillidos que asustan a los niños y a los pájaros. Sólo le importan sus manos como pezuñas, sus muñecas sin reloj; sus uñas ennegrecidas, sus dedos amoratados y gruesos, señalando la nada. Lo demás le sobra. Le sobra su barriga ahuecada, sus piernas entumecidas, su miembro muerto. Sus ropas descosidas. Le sobra el olor a miseria. Los zapatos hechos con cartones. Los pies que no van a parte alguna. Le sobran los días. Le sobra el tiempo en el mundo en el que nadie sabe su nombre.
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